¿Les ha pasado que se enamoran de un juego a primera vista? A mi me pasa más de lo que quisiera admitir, y cuando veo juegos como Pradera mi mente ya empieza a prepararle un espacio en la Ludoteca. Pero ¿Podemos juzgar un juego de mesa por su portada? ¿La belleza se corresponde con la experiencia de juego? Es para mi un agrado comentar que sí; la belleza de Pradera no va solo en lo estético, sino también en la experiencia de juego. Pero ojo, que la belleza tiene múltiples matices, y es necesario detallarlos.
Pradera se presenta como un juego familiar para 1 a 4 jugadores, donde sus protagonistas son las casi 200 cartas con hermosas ilustraciones. Árboles, aves, insectos, incluso casas, están perfectamente representadas en sus acuarelas, realizadas a mano por la talentosa Karolina Kijak. Es un juego donde utilizaremos un set de piezas que nos permitirán seleccionar una carta y jugarla siempre que logremos cumplir sus condiciones. Encontraremos cartas de terreno que no presentan requisito, pasando por cartas con algunos requisitos y algo de puntuación, hasta llegar a cartas más complejas con varios requisitos, pero mayor puntuación.
Al principio podrá parecer abrumadora la cantidad de símbolos distintos en cada carta, donde aprenderemos rápidamente que no siempre es buena idea jugar cartas solo por tenerlas, sino que debemos planificar bien los objetivos que queremos alcanzar. La suerte también jugará un factor importante, pero nunca será lo fundamental; lo primordial es adaptarnos al camino. Nuestras piezas también cuentan con múltiples habilidades especiales, las cuales podremos realizar en el tablero de campamento. Esto nos obligará a pensar bien qué cartas nos pueden servir y en qué momento, pues los demás jugadores siempre podrán estar buscando la misma carta que nosotros, aumentando el nivel de competencia.
Un fenómeno interesante que se dio las veces que jugué Pradera fue encontrarme a mi mismo y a los demás jugadores absortos en los detalles de cada carta. Nos dábamos tiempo para buscar en el índice de cartas cuál era ese pequeño animal colorido que aparecía en la carta que acababa de robar, o salir de la duda sobre esas bayas que parecían arándanos, y que efectivamente eran arándanos. Y es aquí donde rescato lo importante de Pradera; la experiencia de juego logra mantener el nivel de competencia presente pero no ser lo fundamental. Lo fundamental es descubrir esos pequeños detalles y disfrutar cada uno de ellos, como en un viaje.
Si buscan un juego que les permita disfrutar de un momento agradable, o quieren darse un descanso de la competencia directa y agresiva, Pradera será una excelente alternativa. No me atrevería a decir que es suficientemente simple como para jugarlo con niños de 6 u 8 años, pero sí puede ser una agradable experiencia guiada si se disfruta en familia. Muy recomendado Pradera.